Hablar y dialogar en familia
El lenguaje es el primer sistema de señales que emplea el hombre para relacionarse con su medio y para aprender lo que le rodea.
El niñ@, desde la más temprana edad, aprende a identificar los primeros sonidos y su significado y distingue el tono con el que se le habla. Hacia los nueve meses, sabe si sus padres están enfadados o le tratan con afecto y cariño.
El aprendizaje del lenguaje es un paso previo e indispensable para el aprendizaje de la lectoescritura y supone la forma de tomar conciencia de todo lo que se aprende del entorno en el que se vive.
Además del lenguaje, el hombre cuenta con gran cantidad de mecanismos para manifestarse que le permiten ponerse en contacto con los demás: los gestos, las miradas, la expresión del rostro... Estos elementos ponen de manifiesto actitudes, sentimientos, predisposiciones y motivaciones que permiten una comunicación interpersonal trascendente. Desde los primeros momentos de la vida, el bebé capta la intensidad del afecto, aprecia si se le aguanta o se le abraza; valora el tono afectivo de la mirada del adulto cuando le acerca un juguete. También ocurre esto entre las personas adultas y entre los miembros de una familia.
El lenguaje está limitado por los conocimientos de cada uno, es social; sin embargo, los símbolos son personales, inagotables. La posibilidad de combinar ambos lenguajes (verbal y gestual) implica comunicación.
- 2. EL DIÁLOGO, OTRA FORMA DE COMUNICACIÓN
- 3. LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN
- 4. TIPOS DE PADRES Y MADRES SEGÚN EL USO DE LA COMUNICACIÓN
- 5. CONSEJOS PRÁCTICOS
Este documento ha sido elaborado por
Francisco Jiménez Martínez. Licenciado en Psicopedagogía y Diplomado en
Trabajo Social. Orientador en la U.O. del CEIP Divino Maestro de
Argamasilla de Alba (Ciudad Real).
PARA SABER MÁS
FABER, A., MAZLISH, E. (1997): Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen. Barcelona. Ed. Médici.
Dr. KEVIN STEEDE (2007): Los diez errores más comunes de los padres y cómo evitarlos. Madrid. Ed. Edaf.
DAVIS, F. (1985): La comunicación no verbal. Madrid. Alianza Editorial.
NICOLÁS, R., FILLAT, N. y OROMÍ, I.(2000): Guía para la salud emocional del niño. Barcelona. Ed. Médici.
Portal Solo Hijos. www.solohijos.com
Revista digital Educación 3.0. www.educaciontrespuntocero.com
La Familia y la Educación de las emociones
La familia pretende educar a los hij@s para que sean felices, por lo que se debe tener en cuenta el mundo de las emociones que están en todas las situaciones de relación y comunicación, tanto en el hogar como en la sociedad.
Con frecuencia tenemos experiencias con nuestros hijos e hijas en las que nos hemos sentido perdidos o superados ante situaciones donde la problemática tiene una base fundamentalmente emocional.
Cuando hay peleas o enfados entre hermanos, cuando tienen problemas con los compañeros o profesores, etc., nuestros hij@s sienten emociones como la rabia, el enfado o la tristeza y no siempre hemos sabido encontrar la mejor forma de reaccionar o afrontar el problema para ayudarles a enfrentar esas situaciones y a generar recursos para solucionarlas.
Llamamos inteligencia emocional al control adecuado de las emociones, que nos permite una mejor relación con los demás y con nosotros mismos.
La educación emocional es una responsabilidad de la familia y también lo es enseñar a los hij@s a expresar, aceptar y regular sus propias emociones y la de los demás y aportarles valores, conocimientos y destrezas para su bienestar personal.
Con frecuencia tenemos experiencias con nuestros hijos e hijas en las que nos hemos sentido perdidos o superados ante situaciones donde la problemática tiene una base fundamentalmente emocional.
Cuando hay peleas o enfados entre hermanos, cuando tienen problemas con los compañeros o profesores, etc., nuestros hij@s sienten emociones como la rabia, el enfado o la tristeza y no siempre hemos sabido encontrar la mejor forma de reaccionar o afrontar el problema para ayudarles a enfrentar esas situaciones y a generar recursos para solucionarlas.
Llamamos inteligencia emocional al control adecuado de las emociones, que nos permite una mejor relación con los demás y con nosotros mismos.
La educación emocional es una responsabilidad de la familia y también lo es enseñar a los hij@s a expresar, aceptar y regular sus propias emociones y la de los demás y aportarles valores, conocimientos y destrezas para su bienestar personal.
Algunas habilidades emocionales
GOLEMAN, D. (1996): Inteligencia Emocional. Barcelona. Ed. Kairós
VALLÉS, A. y VALLÉS, C. (2003): Psicopedagogía de la Inteligencia Emocional. Valencia. Promolibro
Inteligencia emocional en la familia. Web que ofrece interesantes artículos para la educación de los sentimientos y emociones.
Educación emocional para la familia. Vídeo educativo sobre estrategias de educación emocional.
Pensar no es un castigo: ¡Castigado!
¡A la silla de pensar!
Algo estamos haciendo mal, cuando castigamos a un niño “a pensar”. Pensar nunca puede ser un castigo. Pensar es bueno. Es más, deberíamos fomentar en ellos el buen hábito de pensar.
Una técnica eficaz en este tipo de situaciones es la del TIEMPO FUERA. De manera contingente, es decir, seguido inmediatamente de la conducta, castigamos al niño separándole de la situación donde se ha generado la conducta negativa y eliminando cualquier refuerzo (es decir, sin hablarle y retirándole cualquier estímulo) durante un tiempo determinado.
¿Cuánto tiempo? Pues una regla general es 1 minuto por cada año del niño (por ejemplo, tres minutos para niños de tres años)
Porque el tiempo de castigo debe ser siempre el mismo, no podemos dejarnos llevar nosotros, como adultos, por el enfado y tener al niño más tiempo del exclusivamente necesario castigado, porque no es eficaz.
O acaso ¿tú puedes pensar cuando estás enfadado? Pues el niño o la niña tampoco. A ellos el castigo les enfada (no han conseguido lo que querían y lo normal es que estén el tiempo que dura el castigo llorando, y así no pueden pensar.)
Además, un niño con tres, cuatro o incluso cinco años necesita una guía para ayudarle a pensar. Si le castigamos “a pensar” seguramente en lo único que piense es “¿y en qué pienso?”. Somos nosotros, como adultos, los que tenemos que guiar ese pensamiento posterior.
Recuerda que una de los aspectos más importantes de la correcta aplicación del Time-Out es la retirada de los estímulos. De nada sirve, tener al niño en la “silla de pensar” y estar todo el tiempo que dura el castigo diciéndole ”eso, para que aprendas, la próxima vez te vas a enterar, ahí te quedas castigado hasta que yo te diga…”
Desde hace un tiempo se puso de moda, tanto en las clases de infantil como en casa, la técnica de la “silla de pensar”.
Esta “silla de pensar” deriva de una técnica de modificación de conducta conocida como la técnica de Time-out o Tiempo Fuera. El problema es que se suele utilizar EQUIVOCADAMENTE.
El niño o la niña tiene que aprender que si comete acciones inadecuadas (tiene rabietas, muerde, pega, etc.) va a tener consecuencias negativas (castigo).Esta “silla de pensar” deriva de una técnica de modificación de conducta conocida como la técnica de Time-out o Tiempo Fuera. El problema es que se suele utilizar EQUIVOCADAMENTE.
Una técnica eficaz en este tipo de situaciones es la del TIEMPO FUERA. De manera contingente, es decir, seguido inmediatamente de la conducta, castigamos al niño separándole de la situación donde se ha generado la conducta negativa y eliminando cualquier refuerzo (es decir, sin hablarle y retirándole cualquier estímulo) durante un tiempo determinado.
¿Cuánto tiempo? Pues una regla general es 1 minuto por cada año del niño (por ejemplo, tres minutos para niños de tres años)
Porque el tiempo de castigo debe ser siempre el mismo, no podemos dejarnos llevar nosotros, como adultos, por el enfado y tener al niño más tiempo del exclusivamente necesario castigado, porque no es eficaz.
Una vez que ha pasado ese tiempo, que puede estar controlado por un reloj de arena, o un despertador que avise con una señal cuando ha pasado el tiempo (por si estamos atendiendo a otros niños y no podemos vigilar el tiempo de castigo), entonces hablamos con el niño sobre las consecuencias de su conducta, cómo cree que su compañero se ha sentido, cómo cree que nos hemos sentido nosotros y qué va a hacer la próxima vez que esté en esa situación, cuál va a ser la conducta “sustitutiva” a la que ha tenido, etc.
Es decir, una vez que ha pasado el tiempo previsto del castigo, ayudamos al niño a pensar. O acaso ¿tú puedes pensar cuando estás enfadado? Pues el niño o la niña tampoco. A ellos el castigo les enfada (no han conseguido lo que querían y lo normal es que estén el tiempo que dura el castigo llorando, y así no pueden pensar.)
Además, un niño con tres, cuatro o incluso cinco años necesita una guía para ayudarle a pensar. Si le castigamos “a pensar” seguramente en lo único que piense es “¿y en qué pienso?”. Somos nosotros, como adultos, los que tenemos que guiar ese pensamiento posterior.
Recuerda que una de los aspectos más importantes de la correcta aplicación del Time-Out es la retirada de los estímulos. De nada sirve, tener al niño en la “silla de pensar” y estar todo el tiempo que dura el castigo diciéndole ”eso, para que aprendas, la próxima vez te vas a enterar, ahí te quedas castigado hasta que yo te diga…”
NUNCA, NUNCA CASTIGUEMOS A PENSAR, PENSAR ES BUENO
CUESTIÓN DE EDUCACIÓN
El programa de "Salvados" de la Sexta nos mostró un reportaje muy bueno y recomendable sobre la educación... Os dejamos una pequeña muestra de dicho programa...
Sin duda no deja indiferente a nadie y nos dá que pensar sobre nuestro sistema educativo.
CUESTIÓN DE EDUCACIÓN
Sin duda no deja indiferente a nadie y nos dá que pensar sobre nuestro sistema educativo.